LA EFICIENCIA DE LA MEDICINA PRIMITIVA
¿Qué resultados tenían los médicos primitivos? ¿Se beneficiaban sus pacientes con las invocaciones a los dioses, las máscaras, los ritos mágicos, los sacrificios, los exorcismos y la herbolaria? En otras palabras, ¿servía para algo la medicina primitiva, o cuando el enfermo se curaba, lo hacía a pesar del diagnóstico y del tratamiento que recibía del curandero o chamán? La respuesta a estas preguntas es que los resultados de los médicos primitivos eran bastante buenos, que muchos enfermos, sus familiares y sus amigos se beneficiaban con las funciones del curandero o chamán, pero no precisamente por ellas mismas sino por otras razones, totalmente independientes de sus medidas terapéuticas, que podemos resumir en las tres siguientes:
1) El efecto psicológico positivo de una relación médico-paciente bien llevada, en la que el enfermo, sus familiares y amigos, así como el médico, sus ayudantes y el entorno social al que todos pertenecen, comparten las mismas creencias y las mismas ideas sobre las enfermedades, sus causas y los efectos benéficos de las medidas terapéuticas empleadas. En esta relación médico-paciente cada uno de los participantes debe desempeñar su papel con rigor y fidelidad, pues el éxito depende en gran parte de la ejecución adecuada de una liturgia preestablecida. Esto explica las máscaras y el atuendo de los chamanes, sus trances, sueños y danzas, los exorcismos y las estatuillas de los asu asirios, los ritos y encantamientos de los snw egipcios, la quema del copal, las ofrendas y las yerbas del tícitl azteca; de la misma manera, también explica el santito con la veladora prendida en la casa del Niño Fidencio, los dibujos en el piso de la choza del brujo o curandero navajo, y el título de médico enmarcado en la sala de espera y la bata blanca del médico científico contemporáneo. Cuando en la relación médico-paciente se cumplen las expectativas del enfermo, de sus familiares y de sus amigos, una buena parte del problema ya ha sido resuelta.
2) En ausencia de medidas terapéuticas que realmente las modifiquen, muchas enfermedades revelan una historia clínica característica, cada una con un principio más o menos definido, diversas manifestaciones clínicas sugestivas o hasta diagnósticas, evolución variable pero frecuentemente predecible, y un final propio, que varía desde curación habitual hasta muerte inevitable. Al conjunto de fenómenos propios y a la evolución espontánea de cada enfermedad se les conoce como su historia natural. Su relación con la eficiencia de la medicina primitiva es que, por su historia natural, muchas enfermedades tienden a curarse espontáneamente, con frecuencia a pesar de lo que se intente para acelerar su evolución favorable. Por eso se dice, con toda razón, que el catarro común o coriza se quita con tratamiento en una semana, y sin tratamiento en siete días. Cuando la medicina primitiva se enfrenta a padecimientos que de todas maneras, por su historia natural, iban a curarse (que por fortuna son la mayoría) y el paciente se cura, se anota un triunfo que en realidad no le corresponde.
3) Otro factor inespecífico que contribuye al éxito de la medicina primitiva se conoce como el efecto placebo. La palabra "placebo" proviene de la voz latina placit, que significa "complacer ". El término describe un fenómeno biológico interesante: el efecto fisiológico positivo de un agente (con frecuencia un fármaco) totalmente inerte, cuando se administra a una persona que cree y espera que tendrá el efecto deseado. Un ejemplo clásico es la disminución de la fiebre en ciertos pacientes a los que se les administra NaCl (sal), que no tiene ninguna acción conocida sobre la temperatura somática, diciéndoles que se les está dando ácido acetil-salicílico (aspirina), que es un efectivo antipirético. El efecto placebo requiere con frecuencia que el paciente esté informado de los objetivos de las medidas terapéuticas a las que se somete, pero también puede observarse en sujetos inocentes de lo que les ocurre, pero con cierta imaginación.
Estos tres elementos inespecíficos, el efecto positivo de una buena relación médico-paciente, la historia natural de las enfermedades, y el efecto placebo, explican la mayor parte de los éxitos de las medicinas primitivas. El resto, que seguramente no son pocos, puede atribuirse a los conocimientos y a las prácticas empíricas de los médicos primitivos. La curación de las heridas de guerra y de otras lesiones traumáticas, el manejo de algunas complicaciones del embarazo y del parto, así como la atención de muchos padecimientos ginecológicos y pediátricos agudos, eran y siguen siendo ejemplos de la eficiencia de la medicina primitiva. Pero también debe señalarse que en no pocas ocasiones los tratamientos del sacerdote, del chamán o del brujo resultaban (y todavía resultan) desastrosos para el enfermo, en parte por lo que hacían y en gran parte también por lo que dejaban de hacer. Esto es cierto no sólo de la medicina primitiva y de su sucesora contemporánea, la medicina tradicional, sino también de todas las otras medicinas que se desarrollaron sobre bases empíricas e imaginarias a lo largo de la historia de la humanidad, hasta el surgimiento, a partir del siglo XVI, de la medicina científica.
¿Qué resultados tenían los médicos primitivos? ¿Se beneficiaban sus pacientes con las invocaciones a los dioses, las máscaras, los ritos mágicos, los sacrificios, los exorcismos y la herbolaria? En otras palabras, ¿servía para algo la medicina primitiva, o cuando el enfermo se curaba, lo hacía a pesar del diagnóstico y del tratamiento que recibía del curandero o chamán? La respuesta a estas preguntas es que los resultados de los médicos primitivos eran bastante buenos, que muchos enfermos, sus familiares y sus amigos se beneficiaban con las funciones del curandero o chamán, pero no precisamente por ellas mismas sino por otras razones, totalmente independientes de sus medidas terapéuticas, que podemos resumir en las tres siguientes:
1) El efecto psicológico positivo de una relación médico-paciente bien llevada, en la que el enfermo, sus familiares y amigos, así como el médico, sus ayudantes y el entorno social al que todos pertenecen, comparten las mismas creencias y las mismas ideas sobre las enfermedades, sus causas y los efectos benéficos de las medidas terapéuticas empleadas. En esta relación médico-paciente cada uno de los participantes debe desempeñar su papel con rigor y fidelidad, pues el éxito depende en gran parte de la ejecución adecuada de una liturgia preestablecida. Esto explica las máscaras y el atuendo de los chamanes, sus trances, sueños y danzas, los exorcismos y las estatuillas de los asu asirios, los ritos y encantamientos de los snw egipcios, la quema del copal, las ofrendas y las yerbas del tícitl azteca; de la misma manera, también explica el santito con la veladora prendida en la casa del Niño Fidencio, los dibujos en el piso de la choza del brujo o curandero navajo, y el título de médico enmarcado en la sala de espera y la bata blanca del médico científico contemporáneo. Cuando en la relación médico-paciente se cumplen las expectativas del enfermo, de sus familiares y de sus amigos, una buena parte del problema ya ha sido resuelta.
2) En ausencia de medidas terapéuticas que realmente las modifiquen, muchas enfermedades revelan una historia clínica característica, cada una con un principio más o menos definido, diversas manifestaciones clínicas sugestivas o hasta diagnósticas, evolución variable pero frecuentemente predecible, y un final propio, que varía desde curación habitual hasta muerte inevitable. Al conjunto de fenómenos propios y a la evolución espontánea de cada enfermedad se les conoce como su historia natural. Su relación con la eficiencia de la medicina primitiva es que, por su historia natural, muchas enfermedades tienden a curarse espontáneamente, con frecuencia a pesar de lo que se intente para acelerar su evolución favorable. Por eso se dice, con toda razón, que el catarro común o coriza se quita con tratamiento en una semana, y sin tratamiento en siete días. Cuando la medicina primitiva se enfrenta a padecimientos que de todas maneras, por su historia natural, iban a curarse (que por fortuna son la mayoría) y el paciente se cura, se anota un triunfo que en realidad no le corresponde.
3) Otro factor inespecífico que contribuye al éxito de la medicina primitiva se conoce como el efecto placebo. La palabra "placebo" proviene de la voz latina placit, que significa "complacer ". El término describe un fenómeno biológico interesante: el efecto fisiológico positivo de un agente (con frecuencia un fármaco) totalmente inerte, cuando se administra a una persona que cree y espera que tendrá el efecto deseado. Un ejemplo clásico es la disminución de la fiebre en ciertos pacientes a los que se les administra NaCl (sal), que no tiene ninguna acción conocida sobre la temperatura somática, diciéndoles que se les está dando ácido acetil-salicílico (aspirina), que es un efectivo antipirético. El efecto placebo requiere con frecuencia que el paciente esté informado de los objetivos de las medidas terapéuticas a las que se somete, pero también puede observarse en sujetos inocentes de lo que les ocurre, pero con cierta imaginación.
Estos tres elementos inespecíficos, el efecto positivo de una buena relación médico-paciente, la historia natural de las enfermedades, y el efecto placebo, explican la mayor parte de los éxitos de las medicinas primitivas. El resto, que seguramente no son pocos, puede atribuirse a los conocimientos y a las prácticas empíricas de los médicos primitivos. La curación de las heridas de guerra y de otras lesiones traumáticas, el manejo de algunas complicaciones del embarazo y del parto, así como la atención de muchos padecimientos ginecológicos y pediátricos agudos, eran y siguen siendo ejemplos de la eficiencia de la medicina primitiva. Pero también debe señalarse que en no pocas ocasiones los tratamientos del sacerdote, del chamán o del brujo resultaban (y todavía resultan) desastrosos para el enfermo, en parte por lo que hacían y en gran parte también por lo que dejaban de hacer. Esto es cierto no sólo de la medicina primitiva y de su sucesora contemporánea, la medicina tradicional, sino también de todas las otras medicinas que se desarrollaron sobre bases empíricas e imaginarias a lo largo de la historia de la humanidad, hasta el surgimiento, a partir del siglo XVI, de la medicina científica.
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